miércoles, 20 de abril de 2011

PELOTAS DE SUEÑOS por Guillermo Escribano & Graciela Barbas & Isabel Mª González & ... (reto en proceso)




I. EL SUEÑO DEL PISO DIECISIETE 

          El sueño se abrió y de su interior salieron muchas pelotas de colores. Las pelotas hechas con material de sueños  son inviolables, inmaculadas, insumisas y su diseño corpuscular es tal que no sufren la resistencia de la atmósfera, ni pérdidas por rozamiento con el aire en sus desplazamientos, giros o choques elásticos. Eso es así porque estas pelotas son de material sublime.
         Por lo dicho anteriormente, cuando las pelotas multicolores de aquel sueño, salieron en racimo, —tal y como habrán supuesto todos ustedes—, circularon con movimiento libre, continuo, perfecto. Pero deben observar un detalle que voluntariamente he ocultado hasta ahora: eso sucedió en una torre de apartamentos en el piso diecisiete. ¿Una extraña cábala?— se preguntarán. No, aunque el diecisiete sea el arcano de la esperanza y la espera, pero no desesperen: la importancia del fenómeno viene dada porque algunas de las pelotas que escaparon por la abertura del sueño saltaron por la ventana y cayeron desde más de cincuenta metros y ello, —como a buen seguro habrán adivinado de nuevo—, significa que rebotarían hasta otros cincuenta metros, y luego otros y así indefinidamente.  Gracioso y reconfortante, divertido incluso, pero creó algún inconveniente con la circulación de los vehículos y las personas, —tal y como habrán sabido prever.
         Pero no, eso no era todo. Después del primer desconcierto circulatorio ocurrió lo que tenía que ocurrir con material tan sublime. Se cumplió algo que ya sucede con las enzimas: las pelotas violaron la mecánica clásica y, —claro, sí de nuevo, avezados lectores—, por el denominado efecto túnel las pelotas empezaron a exhibir comportamientos ondulares y la remota, aunque nunca nula, probabilidad de atravesar obstáculos, se convirtió en algo certero, casi seguro. Como consecuencia de todo aquello, las pelotas empezaron a atravesar muros de hormigón y cristaleras de los edificios de oficinas. También los techos de los autobuses. Se colaron en los vagones del metro sin pasar por taquilla y todo lo demás que sería prolijo relatar aquí. Pero —como ya habrán supuesto de nuevo—, lo mejor estaba por venir: penetraron en el cráneo de los viandantes que encontraban en su camino.
         La materia de los sueños ya se había instalado lo más cómodamente posible y con talante amistoso trató de congeniar con otras materias de los sueños que ya albergaban los cerebros de los paseantes receptores. Así cada uno de ellos, que equivocadamente creía que soñaba cosas suyas, de su propio subconsciente, comenzó a soñar asuntos híbridos. Eso torturaba a las mentes más predispuestas a recordar los sueños. Todo resultaba inexplicable, aplicasen la metodología psicoanalítica, la charlatanería newage o las prospecciones electromagnéticas de los neurocientíficos.
         ¿Es todo esto lo que pasó cuando se abrió el sueño? Hay otra circunstancia que conviene revelar de una vez: el edificio de apartamentos desde cuyo piso diecisiete saltó el racimo de pelotas de colores estaba junto al aeropuerto. Sí, ya lo sé, —lo han adivinado de nuevo—: las pelotas incrustadas en el cráneo de la tripulación y los pasajeros viajaron por el mundo. Las que se instalaron en el fuselaje y las bodegas de los aviones arribaron a los cuatro puntos cardinales y salieron rebotando en su destino. Aquel sueño alcanzó dimensión mundial. (Guillermo)

      La humanidad impávida veía como sus sueños se hacían pedazos y se debatía intentando comprender el orgen del fenómeno:  unos decían que era un aviso de Dios, otros una maldición de los antiguos habitantes de la tierra y algunos hasta se atrevían a  hablar de extraterrestres con extraños métodos de invasión  jugando con nuestros cerebros indefensos.
Las ciudades estaban descontroladas pues sus habitantes andaban todos ocupados tratando de evitar que sus sueños escapasen. Los únicos que no sufrían esos efectos eran los animales que, extrañados,  olfateaban y seguían atentos  las raras actitudes de los humanos tratando de entender o de adaptarse a la nueva situación. ( Graciela)

II. PATRICIA 

       No es de extrañar, pues, que Patricia despertase aquella mañana con la sensación extraña de que había dormido mal y bien al mismo tiempo,  de que sus  sueños  habían sido buenos y malos,  de que había reído y llorado al unísono  durante toda la noche, de que había sentido dolor y placer a la vez y de que se esforzó por despertar en más de una ocasión  en el mismo instante en que se alegraba de no haberlo conseguido y suplicaba, a no se sabe  quién,   que no la despertase nunca.
       La desazón la acompañaría durante todo el día y la contradicción haría  tal mella en ella que se sorprendería  a sí misma reaccionando paradójicamente a situaciones en las  que hasta ahora jamás se había permitido la respuesta múltiple, sino simplemente la adecuada. Su sentido común zozobraba  y estaba segura de que los  sueños de esa noche tenían algo que ver, si por lo menos pudiese recordarlo.
      Se dirigió a la cocina con los ojos entornados,  arrastrando los pies como de costumbre y un fuerte dolor de cabeza, no si antes agacharse a ofrecerle a su Toby  la primera caricia del día. El quejido del  perro que huía desconcertado con el rabo entre las piernas la despertó súbitamente muy a su  pesar. ¿Qué pasaba? Segundos después acudía a su mano enrojecida un escozor extraño mientras,  con  lentitud,  su cerebro medio dormido iba reconstruyendo el recuerdo inmediato de un guantazo en el morro del sorprendido animal. Cuando consiguió calmarlo se tomó su par de cafés  habituales, cigarrillo, informativo, cigarrillo, ducha, cigarrillo, acicale, llaves, me voy a trabajar, pórtate bien Toby,  parada de bus, cigarrillo.
       Una hora más tarde, el espejo del ascensor del edificio de oficinas en el que trabajaba, le devolvió la imagen de una mujer vestida con un  chándal verde, con el pelo suelto, sin pendientes, con las gafas puestas. No podía creerlo. ¿Cómo aparecería con esas pintas a la reunión de hoy? No recordaba haberse vestido de ese modo. No había tiempo, debía pensar algún tipo de excusa para volver a casa, para no acudir, para entender. ( Isabel)

(c o n t i n u a r á )

EL CONSTRUCTOR DE VENTANAS por Laura Literatura

      Una ventana puede estar instalada en cualquier lugar. Puede ser pequeña o grande. Puede estar cubierta de espejos multicolores, puede no tener ni siquiera un cristal, ser simplemente un agujero entre dos rocas.
      Una ventana te enseña el exterior, puedes ver lo que tienes a tu alrededor.
      Una ventana también puede apartarte del mundo e incitarte a observar lo que quieras y cuando quieras.
       Una ventana, es la puerta abierta a tu pensamiento. Su panorámica puede ofrecerte mil ideas para asimilar.
       Existen ventanas con rejas, ventanas alargadas, ventanas redondas o cuadradas. Ventanas que destacan en las casas, o minúsculas claraboyas de buhardillas.
       Me gusta construir ventanas, dejarlas abiertas o cerradas, según el gusto de cada uno. Cuando me llaman, acudo de inmediato.
        Soy el inventor de las ventanas absurdas, de las que no se encuentran en ninguna parte. También de las ventanas comunes y vulgares. En en mi catálogo tengo los modelos más originales y diversos. Y hasta los más aburridos. Mis servicios no tienen precio, de hecho nunca cobro a nadie. No me importa desplazarme a cualquier lugar, a las ciudades, a las aldeas, a los bosques, a los desiertos, a los mares de todo el mundo,
        Yo nací para construir ventanas, solamente para eso existo.
        Cuando quieras una ventana exclusiva para ti, no te olvides de llamarme desde tu imaginación

ARENA de Jorge Ariel Madrazo

      Verano. El sol rajaba la escollera. El hombrón se acuclilló en la arena, al borde del mar. Ese retazo de mar que le había tocado en suerte. En la mano derecha esgrimía la palita de plástico traída del auto. Sin decir nada a su mujer, y acaso ni a sí mismo.  Era su propósito −fervoroso, aupado por una ilusión inédita− desenterrar, como si se tratara de un tesoro, la almeja capaz de provocar tanto hervor en la superficie arenosa.
      ¿Cuántos años ya que no veía uno de esos moluscos con valvas ovales atravesadas por surcos concéntricos y finísimas estrías radiadas? ¿Cuánto que no comía, babeándose, su carne salada y con reflejos del nácar interior de las valvas como el forro de un abrigo de alta calidad?
      Recordó otros y remotos veraneos, con sus padres y,  sin advertirlo, la lágrima bajó desde un ojo hasta el filo de los labios. Sin advertirlo, sus pantalones, su camisa y su cuerpo empezaron a reducirse. La palita seguía revolviendo. Encontró la almeja.

viernes, 8 de abril de 2011

PRINCESA

          para que ella sea reina es necesario un solo acontecimiento: que se muera la reina.
             Su joven madrastra, la viuda de su padre, es esa mujer hermosa e indolente, un tanto estúpida. Esta clase de reinas vive largo tiempo. Si las dejan, hijo, si las dejan, razona ella algo apurada, la mano en el vientre que ya abulta. Será cuestión de conseguir algún marido inocentón que se haga cargo de este hijo. Pero después, lo primero es el trono.
              Ella sabe, como todos los paridos en cuna de oro, que el poder y las riquezas se conservan aprovechando los males de la época en beneficio propio y unos días después acusa a la reina de brujería ante su pueblo y abandona el castillo. Nada de traer a la Inquisición. Los obispos le restituyen el poder divino a Dios tomando el terrenal para ellos mismos, le parece estar oyendo la voz de su padre.
             Mientras tanto se refugia en la finca de una familia plebeya. Son siete hermanos. Varones. Propietarios de una mina de diamantes. Si el protocolo lo permitiera elegiría marido entre ellos. Son algo rudos, de baja estatura, pero el brillo increíble de esas piedras disimula cualquier defecto ante sus ojos.
           Allí, atendida según corresponde a su rango y condición, espera un par de semanas y viendo que nada sucede decide ahondar en su propia fábula. Convoca a los jefes del ejército, los más leales.
          —Mi madrastra, valiéndose de sus malas artes, ha intentado envenenarme. —confiesa entre lágrimas.
La noche de ese mismo día, alguien –nunca se sabrá quién- asesina a la reina. La gente simple pensará que se la llevó el diablo, tal vez siga siendo su difunto padre el que habla.

            Bajo una nevada memorable, pálida de frío, la princesa vuelve a palacio lista para ser ungida con la corona real. Los juglares han compuesto baladas en su honor, cantan y celebran su vida.
           El primer acto de gobierno consiste en dirigirse a la alcoba de la muerta y tomar de allí un espejo que siempre codició.