sábado, 19 de febrero de 2011

CARRETERA SECUNDARIA

   Necesitaba echar un trago, así que me desvié en el primer chiringuito de carretera. 
      Al rodar sobre el terreno irregular, el coche crujió del lado de la abolladura. Menuda imprudencia la de aquel tipo. Cruzar sin mirar en el único cambio de rasante en cien kilómetros. Casi no había tráfico, pero eso no justifica que no se asegurase. Allí quedó, en el suelo, con la cabeza vuelta hacia mí; muerto, sin duda. Lo empujé con la bota hasta que rodó a la cuneta. Volví al coche, no sin antes asegurarme de que nadie había visto el accidente; al fin y al cabo, ¿qué podía hacer por él? Estaba impaciente por llegar a Sausalito; Nora me estaría esperando. ¡Un año sin verla! Un año perdido, encerrado en aquella miserable celda. .

     Dentro del bar olía a fritura y a tabaco. Me dirigí derecho a la barra. La camarera se entretenía en sobar el tatuaje en el bíceps de un individuo que parecía un camionero. Di un chasquido con los dedos para llamar su atención. Me miró con fastidio y, de mala gana, se acercó a mí. 
     —¿Qué le pongo?
     —Un whisky largo. 
      Pasó un trapo mugriento sobre la superficie de madera balanceando sus enormes pechos. Cuando se dio cuenta de que los miraba, me lanzó una sonrisa que le infló los carrillos hasta casi cerrarle los ojos. 
      —¿Vienes de lejos? 
      Estuve a punto de contestarle que tenía prisa, pero me contuve a tiempo. Era posible que la policía parara por allí a preguntar y no convenía levantar sospechas. Pensé en Nora y traté de ser amable. 
     —No mucho. Y tú, ¿cuánto llevas por aquí? —contesté guiñándole un ojo. 
     —Un par de meses. Un trabajo pasajero; tengo otros planes. 
      Recalcó las tres últimas palabras como para darse importancia. Me sirvió el whisky  y apoyó los codos en la barra. Cada brazo hacía por dos de los míos y cuando se acercó a mi, me fijé en su pelo grasiento, teñido de rubio y sujeto por una diadema rosa. 
      —¿Te quedarás un rato por aquí? Salgo a las cuatro —me silbó al oído. Olí su aliento, fétido, y me entraron arcadas. 
     Desde el otro extremo de la barra, el camionero se impacientó. “¡Eh!, tú, tráeme un café.” La camarera ni siquiera lo miró. Yo le hice una seña con la cabeza para que lo atendiera, pero, en lugar de ello, me agarró por la nuca y me dijo “espérame, no te arrepentirás”. 
     Pensé que debía irme de inmediato, lo menos que quería era enredarme con semejante cosa.  Enfilé disimuladamente hacia el baño cuando sonó la puerta de entrada y aparecieron dos desarrapados policías. Por un momento quedé congelado pensando  que mi coche estaba fuera y nunca  me percaté de si había sangre mas allá de la abolladura.
     Me senté en un rincón cerca de la puerta., ellos pidieron  un refrigerio y sin mucho afán interrogaron sobre si habían visto  extraños por la zona.  La mirada de la mujer  se desvió al sitio que ocupaba en la barra, donde ahora solo habían un par de billetes  debajo de  la copa.
       - no he visto a nadie nuevo por aquí – dijo pasando el mismo  trapo  asqueroso cerca de sus manos.    
      Sin embargo, se mostró sumamente nerviosa cuando le aclararon que buscaban al asesino de una mujer estrangulada. Yo por un momento me tranquilice al saber que nada sabian del accidente , pero al escuchar la descripción de la ropa y su facha me di cuenta de que se trataba del tipo que atropellé. Sigilosamente me escurrí hacia la salida, encendí el coche y emprendí hacia Sausalito. Decidí seguir por el polvoriento camino por si acaso, si bien era un poco mas lejos, el estado en que se encontraba lo hacia detestable y desolado.  
        Cuando enfile hacia la casa, frené en seco, las luces  estroboscópicas azules y rojas no me auguraban la recepción que esperaba, doble en la primera esquina  maldiciendo  la eficiencia policial para perseguir a un ex convicto, en menos de tres horas  ya era otra vez un fugitivo, y todo por ese maldito que se antojo atravesarse.
       -Espero que encuentren a ese cabrón  igual de rápido, para salir de este embrollo - pensé.
        Oculté el coche en una calle oscura y llegué al hotelucho del viejo Paco a la salida del pueblo, lo saludé, pero a sus años ya no reconocía a nadie, es más ni le importaba.
        Recorrí  las penumbras del pasillo hasta el final y  sin encender la luz me tiré sobre la cama, estaba agotado.
        No sé cuando me quedé dormido, pero me despertó un fucilazo del sol que se coló por la roída cortina. Al lavarme la cara, vi el aspecto barbudo y descuidado que tenía, decidí salir a comprar una rasuradora  y echar un vistazo a la casa para llegar un poco mas tarde.
       En la recepción, Don Paco,  con los pies sobre otra silla ya leía la página de deportes del periódico, me devolví ipso facto al percatarme de la primera plana dejada desplegada sobre el mostrador “Encuentran muerto a presunto asesino”. Respire con cierto alivio y me dispuse a leer el resto de la noticia: ¨ En la tarde de ayer fue encontrado,  en la orilla del camino secundario a Sausalito,  el cuerpo sin vida de Jorge Carrero Vale, de 38 años, presuntamente autor  material de la muerte por estrangulamiento de su amante Nora Rodriguez de 32 años…”      

3 comentarios:

  1. Estupendo relato. Con una vuelta de tuerca del todo inesperada. Me gustó. Felicidades

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  2. Me gustó, es una buena muestra de policial "negro", con algún cliché -bien logrado- del género.
    Un abrazo

    G. Iglesias.

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  3. ¡Excelente! Muy bien logrado. Felicitaciones Dulce y Flavio.

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