domingo, 20 de marzo de 2011

ENVERGADURA

    

     Yo no he leído el Quijote pero lo veo todas las mañanas en el bar. Me refiero al dibujo de Picasso, una copia por supuesto. El gordo lo colgó de la pared que está frente a la mesa que siempre ocupo, dice ser escritor pero está aquí regenteando esta pocilga de mala muerte. El infeliz escribe frases sobre servilletas de papel que después reparte entre las mesas como al descuido. Cuando me toca una, antes de irme, la abollo. Reduzco sus estupideces al tamaño de una bolita. Que lo entienda de una vez: refregarme al Quijote por la cara de poco le va a servir. Un día llegó a decirme que en otra vida él habría sido su compañero.
       —Yo también soy gordo y no por eso voy a permitirme semejante delirio.
       Me miró sorprendido. Ese día avancé en la dirección equivocada admitiendo frente a él que aprecio, o cuanto menos conozco, la existencia de Sancho Panza; error que no me perdono. Jamás permito que nuestro escaso diálogo, suponiendo que así pueda llamarse al intercambio verbal que hacemos, roce su ilusión, su tema, su manía: la literatura.
Pocilga de mala muerte, palabras de él. Que se conforme con eso, con ser sus palabras. Algo bastante etéreo y frágil para un tipo tan voluminoso. Yo soy cosas concretas. Soy el dueño de “la pocilga” y el que paga para que otros la trabajen. Quiera Dios que este soñador a lo grande pueda disculpar mis modestas ambiciones, meta chica pero cumplida es igual a pájaro en mano. Lástima que toda discusión al respecto sería ociosa, él no se sentiría a gusto con menos que la bandada. Me enfurece verlo actuar como si yo tuviera la culpa de que las alas no le alcancen para remontar su propia envergadura.
Desayuno, vuelvo a casa, duermo y regreso aquí para acompañar al que hace el turno noche que es cuando hay más trabajo. Preferible así. Ocupar la casa al mismo tiempo sería para problema, desde que Elisa murió la convivencia es insoportable.
       Estar casado treinta y cuatro años y perder a la compañera es muy duro. Él también sufre, por supuesto, pero todavía es joven y sus esperanzas compensan. Ayer no más un vecino que lo conoce desde que era chico, me dijo Rodolfo a tu hijo le premiaron un cuento. Fui el primero en felicitarlo, mentí.

4 comentarios:

  1. Magnífico Patricia, es todo un honor tenerte en este grupo. Me encanta esa manera de escribir enrtrecortada por los pensamientos. Un abrazo.

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  2. El honor es todo mío, Isabel. Un orgullo contarme como una más entre ustedes.
    Otro abrazo para vos.

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  3. Hola, Patricia, estoy visitando blogs que aparecen en los de amigos. Éste me pareció muy bueno, voy a quedarme por aquí como seguidor, si me permites.
    Si tienes ganas (sólo si tienes ganas), te invito a pasar por el mío.
    Un saludo desde Argentina.
    Humberto.

    www.humbertodib.blogspot.com

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  4. Disculpame Humberto, recién veo este mensaje. Olvidé suscribirme a los comentarios. Me hacés un honor, a mí y a mis compañeros, suscribiéndote.
    Dessde luego, retribuiré tu visita.

    Un abrazo

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