viernes, 8 de abril de 2011

PRINCESA

          para que ella sea reina es necesario un solo acontecimiento: que se muera la reina.
             Su joven madrastra, la viuda de su padre, es esa mujer hermosa e indolente, un tanto estúpida. Esta clase de reinas vive largo tiempo. Si las dejan, hijo, si las dejan, razona ella algo apurada, la mano en el vientre que ya abulta. Será cuestión de conseguir algún marido inocentón que se haga cargo de este hijo. Pero después, lo primero es el trono.
              Ella sabe, como todos los paridos en cuna de oro, que el poder y las riquezas se conservan aprovechando los males de la época en beneficio propio y unos días después acusa a la reina de brujería ante su pueblo y abandona el castillo. Nada de traer a la Inquisición. Los obispos le restituyen el poder divino a Dios tomando el terrenal para ellos mismos, le parece estar oyendo la voz de su padre.
             Mientras tanto se refugia en la finca de una familia plebeya. Son siete hermanos. Varones. Propietarios de una mina de diamantes. Si el protocolo lo permitiera elegiría marido entre ellos. Son algo rudos, de baja estatura, pero el brillo increíble de esas piedras disimula cualquier defecto ante sus ojos.
           Allí, atendida según corresponde a su rango y condición, espera un par de semanas y viendo que nada sucede decide ahondar en su propia fábula. Convoca a los jefes del ejército, los más leales.
          —Mi madrastra, valiéndose de sus malas artes, ha intentado envenenarme. —confiesa entre lágrimas.
La noche de ese mismo día, alguien –nunca se sabrá quién- asesina a la reina. La gente simple pensará que se la llevó el diablo, tal vez siga siendo su difunto padre el que habla.

            Bajo una nevada memorable, pálida de frío, la princesa vuelve a palacio lista para ser ungida con la corona real. Los juglares han compuesto baladas en su honor, cantan y celebran su vida.
           El primer acto de gobierno consiste en dirigirse a la alcoba de la muerta y tomar de allí un espejo que siempre codició.


4 comentarios:

  1. Me encanta el inicio de este relato. Tiene fuerza. Mira que dudé en si te aconsejaba o no buscar un sinónimo para "reina" dada la cercanía de la repetición. Pero definitivamente tiene fuerza. Un abrazo Patricia.

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  2. ¡Muchísimas gracias, Graciela!

    Besos

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